17 oct 2012

Covadonga: mito e historia de una batalla.



Uno de los episodios de nuestra historia, cuyo recuerdo alcanzo a recuperar, fueron aquellos días en los que la EGB era la base de nuestra enseñanza y los libros de Santillana o de Anaya, inundaban nuestras mochilas sobre la espalda. Por entonces, se estudiaba la asignatura llamada Ciencias Sociales, que materializaba en textos, dibujos y fotografías, la Historia de España.

Y recuerdo leer en ellos, la azarosa hazaña de los núcleos más resistentes que iniciaron el comienzo de una lucha por expulsar a los musulmanes de la Península, encumbrando a héroe, la figura de un tal don Pelayo, un vengativo y renegado señor del norte, que sacó provecho de una abrupta geografía, de un indomable carácter norteño y de un par de palos de roble cruzados.

En mi memoria veo esta historia como una henchida batalla que cada maestro en historia que he tenido, la adornaba con florituras varias y situaba en el inicio de una Reconquista entrecomillada, por ser un término objeto de debate.

Se engalanaba la tragedia de una batalla, la de Covadonga, cruel y despiadada, que aniquilaba a hombres y mujeres traídos a una lucha, no sólo por el fervor, cada cual a su creencia, sino también a  una forma de vida ajena, a unas obligaciones en forma de impuestos… pero también a una cultura que dejaba en tierras hispanas un arte, una ciencia, una religión, una tradición que aun hoy perduran.

Y así doy origen a este fragmento de historia:

El mito de Covadonga: anécdota de un hecho con relevancia histórica (1ª parte).

Allá por el 718, -aunque otros nos sitúan en el 722-, la situación peninsular estaba bajo, casi por entero, invadida por población islámica. Una situación a la que se había llegado tras una guerra civil dentro del imperio visigodo por estrechar en la cabeza una corona goda entre los que se consideraban herederos legítimos y el que por derecho lo era. Pues es sabido, que la lucha de poder a menudo es originada por la avaricia, la venganza y la envidia.

Prácticamente toda la población goda que se resistía a ese dominio estaba huyendo a tierras más al norte, donde se veían arrastradas con familias y pertenencias a zonas más frías y climas más severos, donde las tierras son pedregales que arañan un suelo calizo y que untan con un verdor empapado en musgo y hongos anchas rocas de abruptas montañas y cuyos valles ricos de vegetación, son capaces de sostener una población relativamente densa, ocultos, apartados de las rutas más cómodas y usuales, protegidos por la vecindad de las montañas y que por eso, debieron ser los lugares favoritos de refugio para los astures insumisos y para los emigrados visigodos.

Otros, sin embargo, se refugiaron en la Septimania Franca. Y la población que se quedaba, iba pactando nuevas condiciones de vida, que aunque no les gustasen, las aceptaban para seguir con vida, como el que más tarde retomaremos, el obispo Oppas, aunque hubo quienes se convirtieron a la nueva fe que estaba penetrando desde el sur de la península.

Siendo este el escenario, surge entre los testimonios referidos a esta época el nombre de un señor llamado Pelayo, del que se cree que fue espartario (portador de la espada) de la guardia personal de don Rodrigo, legítimo heredero de la corona visigoda.

Cuenta la tradición histórica, que gobernaba el norte peninsular desde Gijón un bereber, cuyo nombre más abreviado se conoce como Muza y que, ya sea por conseguir una alianza matrimonial o por amor, pretendía a la hermana de don Pelayo, Ermesinda (Adosinda). Pues no es descabellado pensar, que don Pelayo fuese un jefe local y el casamiento de Ermesinda con Muza supusiese la consolidación y legitimación de la autoridad política del árabe en la zona.

Pero quiera o no el mito, la leyenda o la historia, a don Pelayo no le gustaba esta idea, y supuso un obstáculo muy obstinado en esta unión, por lo que Muza le envía a Córdoba, junto con otros rehenes como garantes para el pago de impuestos.

Lo cierto es que desde allí logra fugarse regresando al norte, y viendo que los engranajes de ese matrimonio seguían adelante, aunque no se sabe muy bien si con consentimiento o no de su hermana, según las fuentes que se lean, huye y se pierde en el violento y escarpado territorio montañoso de Asturias.

Y es aquí donde comienza la historia más épica de don Pelayo, llamado por las crónicas arabescas fugitivo, asno e ignorante, que fue convertido en caudillo para encabezar una lucha desigual contra el pueblo árabe, que penetrando por el sur, tenían casi invadida toda la península y soñaban con extenderse más allá de los Pirineos.


3 oct 2012

La geografía española como marco de su propia Historia


Con una cita -por cierto un poco extensa- abro hoy un planteamiento más geográfico que histórico, pero que ambos van de la mano a la hora de tratar la geografía española como lugar donde se desarrollan siglos de una rica historia enmarcada por el carácter de su territorio. Finalizada la cita, pasaré a exponer algunas cuestiones relacionadas con el soporte físico de nuestra Historia, para que sirvan como punto de inicio a vuestras propias reflexiones.

 “Una piel de toro extendida; una de las tres penínsulas meridionales de Europa; un bloque peninsular de contorno cerrado y maciza apariencia; un conjunto de altas tierras en las que mesetas y montañas dominan y señorean algunas tierras bajas de llanura: soldado a Europa, pero remachada la soldadura por una barrera montañosa en cuya crestería hay blancor de nieve; una península en el extremo sudoeste de Europa, entre el Atlántico y el Mediterráneo, finisterre europeo y puente tendido hacia el continente africano en el que sólo ha fallado la dovela de un arco. He aquí algunos de los rasgos elementales que integran nuestra representación geográfica de la Península. Añadamos aún la diversidad y el contraste. Un continente en miniatura se ha repetido también. Paisajes hay en España que más que a un mismo continente parecen pertenecer a continentes distintos. El hayedo de Muniellos y el palmeral de Elche; los arenales de Huelva y las rías gallegas; los Montes de Toledo y las Montañas Cantábricas; el caserío vasco y el cortijo andaluz; Córdoba y Santiago, como ejemplos escogidos entre la multiplicidad de imágenes que puedan suscitarse como términos de una antítesis, ilustran esta idea.

De todos estos elementos está hecha la personalidad geográfica de España, sin olvidar al hombre que en siglos de historia, de afanes y trabajos, sueño y pensamiento, ha hecho del medio natural paisaje de cultura, animado y nutrido de genialidad y savia espiritual.

De las tres penínsulas que forman la avanzada meridional de Europa, la Ibérica es la configuración horizontal más robusta y maciza, a la vez que más definida. Grecia queda absorbida por el Norte en la masa de la Península Balcánica, a su vez entroncada anchamente en el continente, y se descompone en un conjunto de penínsulas e islas. Italia es en parte continental y en parte peninsular. Los Alpes y el valle del Po quedan estrechamente vinculados al continente, mientras que la Italia peninsular se proyecta alargada y estrecha como un ariete. La Ibérica es toda ella península más allá del último de los istmos europeos.

Como península sudoccidental del continente europeo, España forma parte de este continente; pero, a la vez, participa de la capacidad para cerrarse a su comunicación, para aislarse o insularizarse.

Pero, además, nuestra península, que como uno de los dos signos de un paréntesis cierra el Mediterráneo por el Oeste, es a la vez atlántica y mediterránea, y la más próxima al continente africano, del que sólo la separan 12 kilómetros en el punto más angosto del canal que la clava de Hércules abrió entre Europa y África. Circunstancias todas fecundas en consecuencias.

Entre dos continente y entre dos mares la Península Ibérica es una encrucijada de caminos de mar y tierra. Por las depresiones del Pirineo, salvando las aguas del Estrecho, una comunicación ha existido siempre con el continente europeo de un lado y el africano de otro. Ya en tiempos antehistóricos la Península mantuvo relación con ambos y de ambos recibió aportación de sangre y cultura. Atravesando el Estrecho llegan a España los íberos; por el Pirineo penetran los celtas. Durante el medievo la Península es campo de batalla en que Europa y África. Cristiandad e Islam riñen batalla. La Iberia cristiana se une estrechamente a la Cristiandad y los pasos pirenaicos conocen el trasiego de los peregrinos de Compostela, en tanto que la España islamizada, el Andalus, busca al otro lado del mar las energías con que frenar la avalancha reconquistadora”.

 Fuente: DE TERÁN, Manuel. “La genialidad geográfica de la Península Ibérica”, en FLORISTAN SAMAMES, Alfredo. España, País de contrastes naturales. Ed Síntesis. Col. Geografía de España, nº2. Madrid. 1988

 
El soporte físico de nuestra Historia… la Península Ibérica.

                                                                                  
El marco en el que se han desarrollado y desarrollan su actividad los españoles es un conjunto de caracteres o estímulos contrapuestos. Al aislamiento se oponen otros propicios a la relación; a la unidad, los que se inclinan a la diversidad política.

Entre las distintas partes que forman el conjunto existe además gran desequilibrio de desarrollo económico. Los mismos grupos humanos que se han sucedido en ellas, lo han hecho más acusado, y paralelo a éste desequilibrio, se produce otro, el del reparto de la población.

Las dos contraposiciones iniciales se manifiestan en cualquiera de los distintos elementos físicos. La primera y más patente, es la situación del solar hispano. La segunda, en la composición y morfología de éste mismo solar.

 Si estas condiciones inciden sobre el medio, transformando el paisaje vegetal y el régimen de los ríos, orientará la red viaria y la trama de los asentamientos humanos.

 Por eso, mi pregunta es ¿el medio físico (relieve, clima, hidrografía, vegetación) “condiciona” o “determina” la historia?. A pesar de las diversas opiniones, cada uno debe tener su propia idea.

 Lo que parece innegable es la influencia del medio físico en la evolución histórica de la Península Ibérica (de ahora en adelante P.Ib.):
 
  1. La posición de la P.Ib. entre dos continentes (Europa y África) y entre dos grandes mares (el mar Mediterráneo y el océano Atlántico) ha hecho que sea una tierra que sirve de encrucijada o encuentro de pueblos (fenicios, griegos, cartagineses, celtas, romanos, bárbaros, musulmanes, judíos, cristianos,…) Todos estos pueblos han dejado a lo largo del tiempo sus aportaciones, a veces complementarias y a veces contradictorias. Este carácter hace que la P.Ib.  tenga una de las historias más ricas de la tierra.
  2. Esta “encrucijada de gentes” ha pasado por derroteros muy distintos: a veces se impone la convivencia y a veces el enfrentamiento.
  3. La situación de la P.Ib. condiciona la situación de España en la historia mundial:
§        cierta separación de Europa: ¿son los Pirineos los culpables?

§         relaciones intensas con África: colonización del norte de este continente ya desde tiempos de los Reyes Católicos.

§         vocación marinera mediterránea: pertenencia al Mare Nostrum de los romanos, conquistas de la corona de Aragón, lucha contra el Islam por la hegemonía mediterránea… sin olvidar las relaciones desde antiguo con los pueblos del Mediterráneo oriental.

§         vocación atlántica: descubrimiento de América y conquista-colonización de aquel continente durante la Edad Moderna.

  1. El relieve, muy quebrado, y el clima, muy variado, potencian la diferenciación entre regiones, distintas formas de ser y de pensar. Eso evidencia una tendencia histórica a la disgregación, que siempre ha hecho difícil la unidad de España, en unión a la diferenciación en reinos consecuente de la “Reconquista”.
  2. Preponderancia del litoral sobre el interior: el clima y el fácil acceso han facilitado el desarrollo histórico y económico del litoral frente a las tierras del interior, las dos mesetas, más frías e inhóspitas, que siempre han caminado “por detrás”.
            Por otro lado, también parece clara la influencia del medio físico en la economía de la P.Ib.:

  1. La dificultad del relieve hace que la superficie cultivada sea escasa y que los rendimientos agrarios sean pobres (envejecimiento de los suelos por la abundancia de pendientes, necesidad de barbecho para reponer las tierras, etc.).
  2. El clima también condiciona la pobreza agraria de la P.Ib.: cultivos en su mayor parte de secano, necesidad de obras hidráulicas costosas para el regadío, etc.
  3. Todo ello ha favorecido una tendencia histórica favorable a la ganadería (Mesta: ganado lanar de oveja merina y trashumancia) en detrimento del desarrollo agrícola, unido todo ello a la preponderancia del latifundio (gran propiedad agraria) en el centro y sur de la P.Ib. y del minifundio (pequeña propiedad de extensión tan reducida que dificulta su explotación) en el norte.
  4. La riqueza minera de la P.Ib., explotada desde antiguo por pueblos foráneos (cartagineses, fenicios, griegos, romanos…) se debe al afloramiento del zócalo (entendiendo por tal, las llanuras o mesetas formadas en la era primaria o paleozoico) o escudo arcaico (evolución de la corteza terrestre por la que hubo un movimiento de placas y se generó una estructura interna terrestre similar a la que conocemos hoy en día).
  5. El gran desarrollo costero de la P.Ib. ha permitido que la pesca sea una actividad económica muy importante, así como el comercio: es indudable la importancia naviera de los puertos mediterráneos de Barcelona, Valencia… así como de los puertos atlánticos que sirvieron de puente entre América y Europa en la Edad Moderna, y por tanto de puente entre la estructura feudal y la estructura capitalista.
  6. Sin embargo el comercio interior siempre ha generado graves problemas de transporte y comunicación por la gran dificultad del relieve. Ello ha hecho muy costosas las obras de ingeniería para establecer una red viaria, que ya iniciaron los romanos con sus calzadas y que después, muchos siglos más tarde, diseñaron casi definitivamente los borbones.
Planteadas todas estas cuestiones, vuelvo a formular mi planteamiento inicial: ¿el medio físico “condiciona” o “determina” la historia en España?

 

MUCHAS GRACIAS!!

MUCHAS GRACIAS!!
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